La hora del hidrógeno: una industria que podría captar u$s 90.000 millones de inversión

La Argentina presenta condiciones competitivas para la producción de hidrógeno de bajas emisiones y de todos los colores: azul, verde y rosa. El país lanzó una estrategia cuyo objetivo es alcanzar las 5 millones de toneladas métricas para 2050. Desafíos y oportunidades de inversión. El Cronista

Francisco J. Romano y Cecilia Giralt

Romano es socio del estudio Pagbam, coordinador del Instituto de Energía de la Universidad Austral. Giralt es abogada y consultora internacional en políticas públicas y regulación en energías renovables e hidrógeno.

Así como no hay una sola transición energética sino tantas transiciones como países y matrices energéticas, las estrategias y hojas de ruta son herramientas programáticas de política donde cada país establece una visión, se fijan objetivos y se proyectan medidas para alcanzarlos en distintos horizontes temporales, partiendo del análisis del contexto nacional, las oportunidades y las barreras.

El 12 de septiembre pasado, la Secretaría de Asuntos Estratégicos presentó la Estrategia Nacional para el Desarrollo de la Economía del Hidrógeno («ENH»), como nuevo capítulo de la transición energética argentina, que busca promover la cadena de valor del hidrógeno de bajas emisiones para la reindustrialización y la expansión de las exportaciones argentinas, y la creación de nuevas actividades económicas asociadas.

Si lo contemplado se concreta, surgirán nuevos polos industriales (hubs) orientados a la producción de hidrógeno y sus derivados, tales como el amoníaco, el metanol otros combustibles sintéticos que podrán ser aplicados en diversos productos como fertilizantescombustibles verdes acero verdeEsto puede dar nacimiento a nuevos sectores de producción y servicios que demandarán asesoramiento y equipamientos vinculados a las cadenas de valor, como, por ejemplo, servicios de certificación del hidrógeno, ingeniería, logística en transporte y puertos, fabricación de electrolizadores, bienes de capital vinculados a la generación de energías renovables, la captura y almacenamiento de carbono y la desalinización del agua, entre otros.

La dinámica que englobará esta nueva economía no sólo será muy potente, sino que estará basada en la innovación como driver para la producción a escala y la reducción de costos.

La ENH aspira a alcanzar una producción de 5 millones de toneladas métricas por año para 2050, de las cuales 20% se colocarían en el mercado doméstico y 80% se destinarían a exportaciones. Decimos que «aspira» porque, para alcanzar ese objetivo, se necesita instalar una capacidad de electrólisis de por lo menos 30 y 55 gigawatts (Gw) de nueva generación de energía renovable, lo que implica multiplicar por 11 la actual generación renovable y más que duplicar la capacidad de generación eléctrica total.

La Argentina presenta condiciones competitivas para la producción de hidrógeno de bajas emisiones y, en este sentido, la estrategia promueve el hidrógeno verde (basado en electrólisis del agua y biomasa), el azul (basado en gas con captura de Co2) y el rosa (basado en microcentrales nucleares).

Mientras la mayoría de los países de la región han focalizado su esfuerzo en el desarrollo del hidrógeno verde, la ENH proyecta al país como una potencia productora de estos tres colores tanto para el mercado interno como para el internacional, considerando las ventajas existentes de las capacidades industriales y científicas. Esto, además, genera una sinergia en este incipiente sector, potenciando las oportunidades.

La ENH toma estos colores por la simple razón de los recursos energéticos y las capacidades con que cuenta su matriz energética, aprovechando las fuentes renovables, el gas como una fuente fundamental para la transición energética y el desarrollo de pequeñas centrales de generación nuclear para el hidrógeno rosa.

De igual modo, comprender el desarrollo del hidrógeno que han trabajado Chile, Uruguay, Colombia, Paraguay, Brasil y Bolivia, resultará fundamental para ponderar las posibilidades de cooperación científica, técnica y comercial, así como la complementariedad en la infraestructura. Los conocimientos técnicos disponibles en esos países también nos permitirán generar propuestas de valor conjuntas para la fabricación local de partes y componentes y/o ensamblado de equipos, intercambiar productos y servicios y compartir experiencia en transporte público sin huella de carbono.

Hablemos de costos

La ENH parte de la base de que el principal desafío que enfrenta la economía del hidrógeno de bajas emisiones a nivel global radica en los costos de producción y define que el costo de producción del azul se ubicaría entre 1,1 y 2,1 u$s/kg (gas natural), mientras que el verde se encontraría entre 6,4 y 2,8 u$s/kg considerando la calidad y disponibilidad de los recursos renovables en diferentes localizaciones, siendo la región patagónica la más competitiva en las condiciones actuales. No se incluye proyección de costos para el rosa.

Para entender el costo de producción del hidrógeno verde es importante recordar que éste depende de la energía primaria, la infraestructura asociada a la cadena de suministro y el volumen de producción.

En su estudio «Unlocking Green and Just Hydrogen in Latin America and the Caribbean», el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) considera que la Argentina podría ser muy atractiva en términos de costos de producción de hidrogeno verde y sus derivados (como el amoníaco), llegando a valores que podrían competir con Brasil, Chile y Uruguay, siempre y cuando, logre mejorar las variables macroeconómicas que caracterizan al llamado «costo argentino«, comenzando por los altos costos de la financiación y la carga impositiva.

La región podría convertirse en un exportador neto, compitiendo en origen con el costo de producción que pueda mejorar, y es aquí donde nuestro país deberá generar las condiciones para que las ventajas que posee para producir el hidrógeno verde o azul a bajo costo, y que, al mismo tiempo, no sean desalentadas por otras situaciones que debe resolver en forma urgente: infraestructura eléctrica, portuaria y de caminos, bajar los costos logísticos hacia los mercados de exportación, crear las condiciones macroeconómicas indispensables (en particular mediante el libre flujo de divisas), garantizar seguridad jurídica y estabilidad fiscal, y articular las políticas públicas necesarias para promover las inversiones, viabilizar proyectos y dar facilidades para su localización.

Chile, Uruguay, Brasil y Colombia nos llevan en esto mucha ventaja, perfilándose en el presente como importantes jugadores en el contexto internacional, anclando en sus territorios proyectos piloto que pretenden escalar para distintas aplicaciones y mercados.

Otro tema central

Más allá de los costos, el gran desafío que tendrá la Argentina -e incluso la región- para poder exportar es la adopción de un sistema de certificación que armonice con los requisitos de los países de destino. La certificación del hidrógeno es importante para el desarrollo de esta incipiente economía, y los mercados de destino fijarán sus reglas.

Aquí es donde la cooperación regional para la creación de una regulación armonizada se vislumbra como una oportunidad estratégica para potenciar el rol que el Cono Sur pueda jugar en el contexto mundial como proveedor de hidrógeno.

La ENH propone fortalecer un conjunto de acciones para esta cooperación: consolidar la participación de Argentina en los foros internacionales y otras instancias de cooperación relacionadas con hidrógeno y/o transición energética; trabajar en forma conjunta con los socios del Mercosur en los procesos de definiciones técnicas relacionados con las certificaciones y normas técnicas en materia de hidrógeno, su transporte y utilización; entre otras.

En materia de cooperación internacional y regional se prevé que América Latina pueda dar respuesta a más del 30% de la demanda de Europa y Asia.

Capacidades industriales, científicas y generación de empleo

La expansión de la producción de hidrógeno requerirá, al mismo tiempo, el desarrollo de un conjunto de bienes de capital y servicios tecnológicos complementarios. Esto abre una oportunidad para la radicación y desarrollo de proveedores especializados en la Argentina.

Las capacidades industriales, científicas y tecnológicas existentes en el país pueden viabilizar que parte de la provisión de tecnología, electrolizadores y otros bienes de capital y servicios sea generada localmente. Además, el desarrollo de la economía del hidrógeno requerirá el despliegue de nuevas infraestructuras y la adaptación de las existentes. Se prevé la constitución de, por lo menos, cinco polos productivos.

Sobre los puestos de trabajo, la expansión de la demanda doméstica e internacional de este vector energético, junto con otras actividades, alentarán un balance positivo entre los que se crearán y aquellos que puedan verse afectados como resultado de la transición hacia las energías limpias. Esto incluye nuevos empleos en la construcción, operación y mantenimiento de infraestructuras, no sólo de producción de hidrógeno de bajas emisiones, sino de transporte y carga de combustible. Parte de esta demanda de empleo será satisfecha a partir de la reconversión de ocupaciones vinculadas a la cadena de extracción y producción de combustibles fósiles y la de las energías renovables.

Se prevé que se generarán más de 13.000 puestos de trabajo de alta especialización para 2030 y más de 82.000 para 2050.

En cuanto al capital necesario para llevar adelante la producción, se ubica en torno a los u$s 90.000 millones. En este sentido, resulta fundamental una política activa de búsqueda de inversiones y promoción de las oportunidades que ofrezca el país, que permita instalar a la Argentina en los mercados mundiales como proveedor seguro y confiable de hidrógeno, amoníaco y combustibles sintéticos de baja emisión.

Ahora, es necesaria una ley que fortalezca, mediante una visión estratégica, las ventajas competitivas que cuenta el país, fundamentalmente para bajar el costo del hidrógeno (LCOH por sus siglas en inglés), reduciendo la incertidumbre y dando un marco de previsibilidad en las reglas de juego a largo plazo.

Pero la estrategia y la ley no son suficientes…

Además, se requiere una reglamentación que contemple los aspectos fundamentales para promover la cadena de valor, la normativa técnica de seguridad y medio ambiente, la certificación de origen, y el almacenamiento subterráneo de CO2, imprescindible para generar hidrógeno azul, entre otras.

Sobre el mercado de exportación, debe comprenderse no solo sus reglas, sino también la totalidad de los requerimientos técnicos, de calidad y seguridad de los potenciales compradores. En un mundo que va hacia la descarbonización y en permanente innovación, los colores ya se han dejado de lado para hablar de hidrógeno de bajas emisiones.

Entonces, ¿cuáles son los requisitos de certificación de origen, trazabilidad y adicionalidad (nuevos parques de generación adicionales a los ya existentes) que exigirán esos mercados? ¿Habrá segmentación de los mismos? Y en este sentido, ¿podemos pensar en venderle hidrógeno azul a Japón y verde a Alemania?

Todas estas preguntas serán respondidas a medida que la demanda empiece a definirse y, seguramente, se abrirán interrogantes nuevos cuando la economía del hidrógeno empiece a perfilarse. Pero, al margen, el sistema debe basarse en un marco de seguridad jurídica y de condiciones macroeconómicas que generen la confianza necesaria para el cumplimiento de los contratos y la estabilidad fiscal.

¿Podrá la Argentina dar estas garantías y convertirse en un actor global en la economía del hidrógeno?

(Los autores participaron con Marina Paradela en el «Estudio de normas y regulaciones técnicas necesarias para el desarrollo del hidrógeno en Argentina», en el marco de la licitación convocada por la Secretaría de Asuntos Estratégicos, con la financiación del Banco Interamericano de Desarrollo)