La economía del hidrógeno verde

Chile abraza el futuro con determinación y es pionero latinoamericano de la mayor revolución energética que vivimos: el hidrógeno verde. Con la mirada puesta en el horizonte del 2040, el delgado vecino del sur tiene una meta: convertirse en el principal exportador mundial de este combustible limpio. Su hoja de ruta está trazada y anunciada una estrategia nacional para lograrlo.

 Martha Meier M.Q.

En el Perú esa posibilidad vive, desde febrero de 2022, en el olvido. Un proyecto de ley propuesto por H2, una asociación civil sin fines de lucro, muere en manos del Congreso y del Ejecutivo, esperando que alguien note su brillo. En él propone la instauración de una autoridad rectora del hidrógeno, la definición de incentivos para su producción y consumo, y la implementación de sistemas de certificación y seguimiento. Además, contar con financiamientos del mercado de bonos de carbono y los ingresos derivados del impuesto a la contaminación provenientes de los combustibles fósiles.

El hidrógeno verde es energía limpia y asequible, emerge como una solución para satisfacer las necesidades apremiantes de la nación. Su obtención es sencilla y no perturba a los ecosistemas. Este gas se extrae mediante electrólisis que separa los elementos de un compuesto utilizando electricidad. En este caso, el agua, que debe contener sales y minerales para conducir la electricidad, cede sus átomos de hidrógeno a la corriente eléctrica, proveniente de fuentes renovables como la energía solar, eólica, la biomasa e incluso el biogás, el respiro energético de los residuos orgánicos e inclusive las aguas servidas. El proceso rinde mucha energía excedente, más de la que consume para liberar el hidrógeno.

El hidrógeno verde se usa en el transporte como combustible de vehículos eléctricos exhalando solo vapor de agua. En la industria, reemplaza al carbón y al gas natural en procesos que requieren altas temperaturas. Incluso las pesadas maquinarias diésel inclinan la cabeza ante este hidrógeno que reduce las emisiones de gases de efecto invernadero. La agricultura se nutre de su capacidad para crear fertilizantes orgánicos, y las zonas rurales e inaccesibles hallan en él un aliado gracias.

La economía “despetrolizada” y la independencia energética palpita en el hidrógeno verde, como promesa y oportunidad. Una vía para que las economías encuentren estabilidad y seguridad en su balance energético y evitar precios que oscilan debido a los cambios del precio del petróleo impactando los precios de productos básicos. Según H2 Perú, podríamos producir una energía altamente competitiva con un potencial mercado interno para la minería y la manufactura, que suman el 14% y el 16% del PBI, respectivamente. Para el 2050, Perú podría producir hasta treinta millones de gas, sumando cerca de sesenta mil millones de dólares anuales, mientras ahorraríamos once mil millones en importaciones de combustibles fósiles y contaminantes.

La presidenta Boluarte parece no entender el liderazgo global que le aguarda, si promulgase esta ley.