EL MUNDO LLEGA A LA COP26 CON LA PRODUCCIÓN E INVERSIÓN DE LA INDUSTRIA FÓSIL EN ASCENSO

Un informe de Pnuma muestra que las proyecciones de producción supondrían un 240% más de carbón, un 57% más de petróleo y un 71% más de gas de lo que permitiría cumplir con ese objetivo.

Los países proyectan un aumento en la generación de combustibles fósiles durante las próximas dos décadas pese a haberse comprometido a reducirlo, por lo que la Conferencia del Clima (COP26), que se realizará a partir del 31 de octubre en la ciudad escocesa de Glasgow, tiene el ambicioso objetivo de no ser otro encuentro meramente declarativo sino convertirse en un punto de quiebre para salvar el planeta.

Mientras la cumbre en Glasgow tiene el ambicioso objetivo de convertirse en un punto de quiebre para salvar el planeta, los países proyectan para los próximos 20 años un aumento en la generación de combustibles fósiles dos veces mayor de la que permitiría cumplir con el objetivo del Acuerdo de París.

A pesar de los compromisos firmados por los Gobiernos en el Acuerdo de París en 2015 para limitar el calentamiento de la Tierra a 1,5°C respecto a los niveles preindustriales, la producción mundial de petróleo y gas prevista a lo largo de los próximos 20 años sería más de dos veces mayor de la que permitiría cumplir con ese objetivo.

Así se desprende de un informe presentado la semana pasada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), en el que se detalla que las proyecciones de producción supondrían un 240% más de carbón, un 57% más de petróleo y un 71% más de gas de lo que sería consistente con limitar el calentamiento global a 1,5 °C.

Existen avances, como lo reseñó un trabajo reciente de la Agencia Internacional de la Energía que destacó el crecimiento de la energía solar y eólica, y la venta récord de autos eléctricos. Sin embargo, ese mismo documento también hizo hincapié en que la transición “es demasiada lenta”.

Lo bueno dentro de este panorama es que los especialistas coinciden en que todavía hay tiempo para limitar el calentamiento global; lo malo es que esa ventana de oportunidad se achica día a día.

El desafío es mayúsculo: sin mucha sorpresa, los países que más peso tienen en la organización de la COP26 son a su vez los que más contaminan, en un podio integrado por China, Estados Unidos y el bloque de la Unión Europea (UE).

Por eso la conferencia en Escocia, que comenzará con una cumbre de líderes mundiales, tiene la ambiciosa meta de no ser un encuentro que se quede solamente en palabras, sino convertirse en un punto de quiebre para acciones reales que permitan salvar al planeta.

Si se suman las Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC) presentadas este año por 143 países, que marcan los planes nacionales para cumplir el Acuerdo de París, y las promesas anunciadas por las economías más importantes para lograr la neutralidad de carbono, la proyección hoy es de un calentamiento de 2.7 °C en 2030.

Sobre este último punto, unos 49 países (que suponen el 57% de las emisiones mundiales) se comprometieron oficialmente a alcanzar la neutralidad carbono a mediados de este siglo.

China, donde el carbón sigue siendo el principal combustible, se puso la meta de lograrlo antes de 2060, al igual que Arabia Saudita, el mayor productor de petróleo del mundo, mientras que Estados Unidos se propuso conseguirlo en 2050.

Sin embargo, los expertos del Pnuma advirtieron del riesgo de que no se cumplan estas previsiones ya que, por ejemplo, los países del G20 -que generan el 80% de las emisiones globales- no están respetando sus anteriores NDC y las estrategias para alcanzar la neutralidad carbono son “vagas”.

Desde el comienzo de la pandemia, los países del G20 destinaron casi 300.000 millones de dólares en fondos adicionales a actividades relacionadas con los combustibles fósiles, más de lo que asignaron a energías limpias.

La pandemia de coronavirus generó una oportunidad única, tampoco aprovechada: en medio de la recesión global más grande desde la Segunda Guerra Mundial, los países elevaron sus gastos públicos para reactivar las economías pero no en inversiones verdes sino en fortalecer el modelo actual.

Desde el comienzo de la emergencia sanitaria, los países del G20 destinaron casi 300.000 millones de dólares en fondos adicionales a actividades relacionadas con los combustibles fósiles, más de lo que asignaron a energías limpias, cuantificó el informe de Pnuma.

Después de que las restricciones tomadas en 2020 para frenar la propagación de la pandemia redujeran las emisiones de gases de efecto invernadero en un 5,4%, se espera que en 2021 estas se sitúen apenas por debajo de las de 2019, que fue un año récord.

El costo de no alcanzar los objetivos medioambientales es altísimo: un estudio del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) concluyó que un calentamiento entre 1,5 y 2°C significará la desaparición de pequeñas islas, inundaciones, pérdida de cosechas, la muerte de los arrecifes de coral e incendios forestales, entre otras graves consecuencias.

Este “futuro infernal”, tal como lo calificó el secretario general de la ONU, António Guterres, en un encuentro sobre la COP26 el mes pasado, implica un incremento de los desplazamientos forzados, extensiones de tierra inhabitables y conflictos por los recursos naturales y alimentos.

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Fuente: Télam