Repensando al capitalismo

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, y el secretario de Estado del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchen, en el Foro de Davos. /EFE

El Foro de Davos aborda la necesidad de transformar un sistema cada vez más desconectado de la economía real

JORGE MURCIA

EI Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), el tradicional encuentro que los líderes mundiales celebran cada año en Davos (Suiza) ha celebrado su 50 aniversario. Representantes de gobiernos, bancos centrales, empresas e instituciones han manifestado su intención de avanzar hacia un capitalismo más sostenible, equilibrado y justo. El sistema dominante en la economía mundial no ha tenido en cuenta durante demasiado tiempo que «una empresa es un organismo social además de un ente con fines de lucro», en palabras del fundador y presidente ejecutivo de WEF, Klaus Schwab. Un hecho que «sumado a la presión del sector financiero para la obtención de resultados a corto plazo», ha llevado al capitalismo ha estar cada vez «más desconectado de la economía real»La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, y el secretario de Estado del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchen, en el Foro de Davos./EFE

Una autocrítica empujada además por la creciente exigencia de la sociedad de buscar una mayor sostenibilidad a través de la lucha contra el cambio climático. «Cuando dentro de diez o veinte años miremos atrás nos daremos cuenta de que estamos al principio de una transformación profunda de los modelos de producción y de consumo de nuestras economías», cree Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad de KPMG en España. Según la consultora, para avanzar en ese propósito de enmienda, el Foro de Davos ha desarrollado siete grandes temáticas que marcarán la agenda a nivel mundial a lo largo de este año.

-Mejores empresas para un mundo mejor. El Foro de Davos ha cuestionado -al menos de puertas para afuera- aquella máxima del economista Milton Friedman según la cual «la única responsabilidad social de las compañías es incrementar su beneficio». Klaus Scwab cree que las empresas no sólo han de responder ante la sociedad, sino que también tienen que velar por los intereses de los «accionistas, consumidores, trabajadores y empleados», con el objetivo de aunar los diferentes intereses de todos estos grupos. Temas candentes como el respeto al medioambiente, la contribución a la lucha contra el cambio climático o la tolerancia cero contra la corrupción han entrado de lleno -o al menos así lo manifiestan- en la agenda de las empresas.

-El planeta, en el centro del debate global. Uno de los lemas centrales de la agenda de Davos ha sido ‘How to save the planet’. No en vano, el año 2020 se ha estrenado con una larga lista de desastres medioambientales: pavorosos incendios en Australia, inundaciones en Jakarta o, sin ir más lejos, la destrucción que el temporal Gloria ha dejado a su paso por el litoral mediterráneo español. Según el WEF, estos fenómenos metereológicos extremos obedecen al incremento de casi un grado centígrado en la temperatura media del planeta sobre los niveles preindustriales.

El punto de no retorno, la cifra más allá de la cual se alza un panorama apocalíptico, son los dos grados centígrados. Para no llegar a esta situación, los líderes políticos y empresariales necesitan seguir alcanzando compromisos en materia de transición energética hacia un modelo bajo en CO2, transformar el modelo de producción y consumo actual hacia una economía circular o desarrollar tecnologías que permitan liberar carbono de la atmósfera.

En esta lucha debe jugar un papel fundamental el sector financiero, en especial respondiendo a la creciente demanda de criterios de sostenibilidad ESG (medioambientales, sociales y de buen gobierno) a la hora de valorar a las empresas. Francisco Uría, socio responsable del sector financiero de KPMG en España, explica que las finanzas sostenibles implica «que las empresas sean conscientes de que la cotización de sus acciones, el apetito inversor hacia los bonos que emitan y las condiciones de acceso a la financiación bancaria van a estar cada vez más condicionadas por el cumplimiento de los más elevados principios en materia de sostenibilidad».

-Orientar el desarrollo tecnológico hacia el bien. La revolución tecnológica y digital que caracterizará a las próximas décadas vendrá de la mano de las redes 5G, la aplicación extensiva de la inteligencia artificial y la automatización a numerosas funciones y trabajos, o las capacidades de procesamiento de la computación cuántica. No obstante, vivir en un mundo totalmente conectado plantea dilemas éticos que es necesario abordar desde un principio. Muchas conversaciones en Davos han girado sobre los riesgos más inmediatos y que urge regular de forma consensuada. Tienen que ver con aspectos como la privacidad, los sesgos en el desarrollo de modelos de inteligencia artificial o el impacto en el mercado de trabajo de la generalización de los robots.

-El futuro del trabajo. La revolución tecnológica está cambiando la forma de producir. En los próximos años asistiremos a la desaparición de funciones asentadas en todos los sectores, con lo que se abrirá paso la necesidad urgente de reubicar a muchos trabajadores en nuevos roles. Según el informe de KPMG ‘The future of Human Resources’, el 57% de los ejecutivos de recursos humanos cree que tienen que cambiar radicalmente su forma de trabajar y dirigir el foco hacia la comprensión y planificación de la fuerza de trabajo que necesita su compañía en el futuro. El Foro de Davos llama ‘Reskilling Revolution’ a la creciente urgencia por llevar a cabo grandes procesos de recapacitación de la fuerza laboral. Se trata de un movimiento destinado a formar en nuevas habilidades a millones de trabajadores. En paralelo a ese proceso, es necesario evaluar la calidad del empleo y, sobre todo, luchar contra la explotación laboral aún presente en muchos lugares del mundo y que afecta especialmente a mujeres y niños.

-Una sanidad del futuro. El WEF dibuja dos escenarios. Uno, el optimista, en el que la esperanza de vida sigue creciendo y la mortalidad infantil se ha reducido a la mitad en las tres últimas décadas. Otro escenario requiere poner en marcha medidas para reducir la profunda desigualdad y poner el foco en las enfermedades mentales. La transformación de la sanidad estará marcada por la unión de las nuevas tecnologías y el desarrollo de la genómica. Progresos que impulsarán la medicina preventiva y personalizada, con el desarrollo de tratamientos individuales. Un sistema que sitúe al paciente en el centro de las preocupaciones. «El objetivo pasará a ser el cuidado de la salud de las personas, primando la prevención y el resultado», dice Cándido Pérez, socio responsable de Sanidad de KMPG en España.

Sin embargo, el desarrollo de la medicina no se puede producir desde la gran brecha que existe en la salud de los habitantes del planeta, vinculada a la riqueza de los países. Davos ha querido poner el acento en las enfermedades mentales. Más de dos de cada diez personas sufren algún tipo de trastorno mental en el mundo. Además, la depresión y la ansiedad representan un coste para la economía mundial de un billón de dólares al año.

-Hacia una geopolítica verdaderamente global. Casi nadie discute que el peso del crecimiento económico mundial se está trasladando progresivamente desde Occidente hacia Asia, donde ya se concentra un tercio de la clase media mundial. Mientras tanto, países como Estados Unidos apuestan por políticas de marcado carácter proteccionista. En su informe anual ‘Global Risks Report 2020’, el Foro de Davos constata que la polarización económica y política aumentará a lo largo de este año. Por eso emplaza a la colaboración de «líderes mundiales, políticos y empresariales para afrontar las múltiples amenazas climáticas, medioambientales, de salud pública y nuevas tecnologías».

-La exigencia de un sistema económico más justo. Recién superada la amenaza de la crisis financiera y el temor ante los signos de una desaceleración económica mundial, el Foro Económico Mundial se propone alcanzar «un sistema económico más justo». Subraya, además, la necesidad de proteger la estabilidad económica y financiera a nivel global. Y todo ello teniendo en cuenta que el mundo «gira ineludiblemente hacia una economía circular», al poner en entredicho «la producción lineal vigente desde la Primera Revolución Industrial, basada en crear, usar y tirar».