La receta de las ‘donas’ para la economía circular

¿Puede la comida preferida de Homero Simpson salvar al mundo? La economista Kate Raworth, profesora de las universidades de Oxford y Cambridge, cree que sí, en lo que ella llama ‘la economía de la dona’, una propuesta que contempla las necesidades crecientes de recursos y los límites ecológicos mundiales.

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La fórmula apuesta por una economía regenerativa, inclusiva y sostenible.

Editor

Daniel Tricarico

CEO de ImpactLatam


Su marco teórico surgió a raíz de una noción, quizá algo ingenua y universal: cómo cambiar el mundo. En su charla TED cuenta que la clave está en la economía.

El concepto ‘economía’ surgió para explicar las demandas monetarias de la vida familiar en la antigua Grecia. Luego, para administrar los ingresos de una ciudad (Atenas), y muchos años después, para explicar, entender y aplicar el crecimiento de las naciones con Adam Smith y su “mano invisible”. Básicamente, siempre estuvo al servicio de las necesidades del hombre.

Sin embargo, en la actualidad está sucediendo un hecho inédito en los últimos 12,000 años: el planeta deja de brindarle a la humanidad lo que esta necesita.

El razonamiento de Raworth lleva a pensar en una nueva etapa del concepto economía: uno basado en la reflexión acerca de los límites planetarios en términos de recursos.

La propuesta de ‘la economía de la dona’ –que se convirtió en un libro de economía traducido a 20 idiomas– contempla una base social que garantiza las necesidades de la humanidad y un techo ‘ecológico’ que respete los límites de los recursos planetarios. En el centro de ambos anillos –lo que sería el medio de la ‘dona’– está el equilibrio del espacio seguro y justo para que la humanidad prospere, por medio de una economía regenerativa, inclusiva y sostenible.

De alguna manera, se presenta en oposición al modelo actual que tiene el foco en el ‘crecimiento’ ilimitado en la métrica del producto bruto interno (PBI) y una economía degenerativa y lineal. El punto de equilibrio nuevamente yace en un balance dinámico, compartiendo valor y satisfaciendo las necesidades humanas que respetan los límites planetarios.

Uno de los actores principales para alcanzar este camino son los gobiernos y los organismos multilaterales. El Doughnut Economics Action Lab, en conjunto con la Universidad de Leeds, desarrolló una herramienta para comparar a los países por nueve aspectos ambientales, como acciones por el cambio climático, la contaminación química y la acidificación de los océanos; y 12 aspectos sociales, como vivienda, educación, paz y energía, entre otros. De una forma visual se puede identificar rápidamente cómo es el bienestar social en cada lugar en relación con el consumo de recursos.

De nada serviría dejar la responsabilidad en unos pocos. El accionar de la sociedad podría ir por dos caminos. En primer lugar, mediante la exigencia a los propios gobiernos. El colectivo pacifista Extinction Rebellion tiene tres demandas prioritarias: decir la verdad declarando la emergencia ecológica; actuar urgentemente para reducir las emisiones de gases de carbono; y abrir la democracia con mecanismos de participación ciudadana para la transición climática.

En segundo lugar, por medio de la propia iniciativa y ‘la fuerza del mercado’. En ese sentido, los emprendedores de triple impacto son agentes de cambio mediante soluciones basadas en la economía circular. Por ejemplo, la marca Qualia de San Nicolás vende anteojos hechos con materiales reciclados. También se puede mencionar a Litt, un emprendimiento de Mendoza que reutiliza la ropa mediante una plataforma online.

Hay más iniciativas de este tipo en América Latina, pero podrían ser muchas más. La región reúne hoy solo el 4% de las inversiones sustentables, según GIIN (Global Intermediary Identification Number). Incluso, los propios inversores locales deben actualizarse: mientras en Europa el 86% considera el impacto social, ambiental o de gobernanza como un elemento central en sus estrategias de inversión, en América solo abarca al 47%, según un informe de BlackRock del 2020.

La pregunta que se hizo Raworth puede servir para nuestra región: ¿qué se necesita para cambiar América Latina? Entre la economía, la ‘dona’ y la sustentabilidad puede haber una respuesta.

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